Creo que es de rigor empezar con la pregunta radical de la religiosidad: ¿Hay o no hay Dios? Los ateos menos rigurosos dirán "yo no me creo que haya un señor con barbita semitransparente mirando desde el cielo" Pero, pongámonos serios, estamos en el s. XXI y dudo mucho que alguien a estas alturas lo crea así.
La verdad es que no vamos a llegar a un acuerdo, se cree o no se cree, y no quiero dar una respuesta voluntariosa a una pregunta incontestable. Es así porque sólo existen dos opciones reales, opciones muy bien analizadas en el libro "la opción creyente" del profesor de Teología A. Bentué. La cosa se resume en ¿tiene todo esto sentido o no lo tiene? ...
A la larga eso es Dios, nuestra forma, desde que nos bajamos de los árboles, de contestar las preguntas frente a las que no tenemos respuesta. Los tiempos han cambiado y hay muchas cosas que ya no contestaremos gracias a Dios sino gracias a las ciencias que estudian los fenómenos naturales, sin embargo, aun el nivel del sentido queda huérfano de estos estudios y pasa al dominio de lo divino. Allí el creyente dice: "Sí, esto tiene sentido, y ese sentido es Dios (el que sea)".
Bien podríamos contestar, "Nop, esto es lo que es y no tiene porqué tener un sentido". Esa es la otra alternativa. Alternativa nada antojadiza, ni elaborada por la mera falta de fe, sino fundada en la existencia y en los misterios mismos de la fe: el dolor, la miseria, la pobreza, la injusticia, etc.
Mi opción es creer, evidentemente, y no sé si realmente lo he elegido libremente, pero... héme aquí, tengo fe. Y es esa fe la que pretende argumentar los temas que vendrán.
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