sábado, 6 de febrero de 2016

Cómo el cristianismo me hizo taoista (Teología de a pie)

El Cristianismo debe ser, bien entendida, una de las religiones más bellas del mundo. Una doctrina que habla sobre un padre amoroso, íntimo, que nos perdona incondicionalmente, no importa lo que hayamos hecho, pues, con su intervención cada cual verá sus pecados y confesará y "toda rodilla se doblará", algunas más otras menos según méritos me imagino, qué sé yo.
Pero es una religión humana para humanos. No considera al universo más que como una especie de contenedor que algún día colapsará (lo más probable es que por culpa nuestra) y entonces,Dios, nos salvará y nos llevará a algún otro lugar, que, por cierto, es lo que hace en la Biblia de principio a fin: Mover gente.
Pero ojo que no es un problema de la doctrina sino de la gente que la lee. El cristianismo se perdió en el camino porque no es posible para el ser humano perdonar con la incondicionalidad de Dios. El hombre quiere que haya gente en el infierno y yo les juro que Dios no quiere eso y como cualquier padre amoroso va a perdonar a todos. A todos. Y eso duele.
Entonces me dí cuenta del problema: El cristianismo es para los hombres (casi literalmente). Y no quiero una religión para los hombres, porque no somos lo mejor ni lo más importante. Quiero una religión para todo, una religión que me considere de la misma forma que a una cucaracha o a un león, porque eso es lo que soy: un habitante más de esta tierra, insignificante y llena de traumas estúpidos y de ideas egocéntricas. Soy parte de la especie que podría destruir el mundo y no me siento especialmente orgullosa de ello, por el contrario, preferiría ser una vaca ¿hay animal más pacífico que una vaca? ¿Por qué iba Dios a querer salvarnos? Vale, nos ama. Si Dios nos va a salvar a pesar de lo tóxicos que somo para todo el resto de la creación, entonces, por Dios que me creeré qué nos ama por encima de todo. Yo, elijo el Tao quizá porque preferiría que se sacudiera de nosotros como los parásitos desagradables en que nos hemos convertido.

Todos queremos ver el mundo arder.

-Ya estás en crisis otra vez...

No eres muy amable ¿uh?...

-Bueno, considerando que sólo me buscas cuando lo estás, era lo más lógico.

No te voy a aburrir con declaraciones insensatas ni preguntas repetidas. No estoy de humor para eso, ni para sermones tampoco. En realidad hablar contigo parece lo normal, sin embargo me doy cuenta de que es inútil. ¿Qué vas a saber tú de las pequeñeces de la vida? ¿Qué pueden importarte a ti las desgracias humanas?

-Oye, oye, basta ya.

Entiendo lo que dices sobre la autoconservación del universo, pero eso no ayuda a enfrentar el día a día. La crueldad del mundo es abrumadora ¿qué consuelo nos queda? ¿Debe ser suficiente saber que mi derrotero es un aporte a la homeostasis cósmica? No, no lo es.

-Calma...

No me calmo, nada. Ahora te aguantas, porque tú me pusiste aquí y me hiciste quejumbrosa y majadera.

-Vale, pero...

Pero nada. Estoy cansada de ti, de tu mundo y de mí misma. Me someto sin chistar a tus designios y no hay paz para mí, sólo más peso y más tristeza. Tú te sientas en tu trono de nubes y nosotros nos ahogamos en la podredumbre.

-...

...

-...

...

-¿Ya está? ¿Te desahogaste?

Sí, ya estoy mejor.

-Tengo que re diseñar esos ciclos hormonales, antes de que termine viendo arder el mundo.

Todos tenemos ganas de ver el mundo arder de vez en cuando...

-Mi parte "femenina" cada vez más seguido. ¿Quieres contarme algo?

No, no era nada de importancia.